Siempre digo que la ropa tiene un valor emocional y que cuando vivimos un día o un momento maravilloso en un outfit en particular, éste nunca vuelve a ser el mismo y se convierte en algo más, en una especie de amuleto.
Obviamente no todas las piezas del closet tienen ese poder o ese valor emocional, pero para mi siempre es importante tener esa conexión con esas prendas de vestir especiales que apenas las vuelvo a usar me llenan de energía positiva y me alegran el día, recordando los buenos momentos vividos.
De igual manera hay piezas de ropa que nos traen malos recuerdos y que a veces no podemos separarlos de ellas. Por ejemplo tengo clientes sobrevivientes de cáncer que me dicen que no soportan volver a usar la ropa que usaban para sus quimioterapias, o personas que no quieren volver a usar el vestido que llevaron en un funeral. No hay regla fija y no pasa siempre pero si sientes que una pieza de ropa te trae malos recuerdos o te baja la energía cuando la usas, lo mejor es que la dones y dejes que alguien más pueda crear nuevos recuerdos en ella.
Pero regresando a las buenas conexiones con la ropa, quería compartir con ustedes un pedacito de una historia de mi vida.
Hace unos cuatro años tuve la oportunidad de hacer un viaje con el que había soñado desde que tenía 13 años, cuando empezó mi obsesión por Italia y por conocer las ruinas de Pompeya.
Me fui a estudiar un curso de moda y pasé tres semanas en Milán. Por un fin de semana me fui a Roma y tomé un tour para recorrer mi adorada Pompeya. Toda la experiencia fue mucho más de lo que pude alguna vez imaginar. Ese fin de semana fue mágico y a veces me cuesta describirlo con palabras. Sin embargo, cuando regresé el domingo a Milán tuve un bajón, quizás porque después del gran rush que acababa de pasar, el hecho de volver a un mood normal se sentía como un bajón y también porque ese viaje conmigo me había llevado a enfrentarme a ciertas realidades personales, a reconciliarme con ellas y no siempre era fácil. En fin, cuando estaba acostada me regañé a mi misma y me dije que esto lo había soñado toda mi vida y que no había razón para estar triste, que esa noche iba a dedicarla a reanimarme.
Decidí que me invitaría a cenar rico. Me empecé a vestir con calma, disfrutando el momento, con musiquita de fondo y una copa de vino.
La ropa siempre es una parte muy importante de mi autocuidado y aunque sé que no funciona igual para todo el mundo, para mi sí es una herramienta muy poderosa.
Me puse unos shorts de vestir en encaje negro, un top halter con la espalda afuera, del mismo tono y ambas piezas juntas lucían como un romper. Lo combiné con sandalias plateadas y como toque final decidí estrenar mi collar con el medallón de Alphonse Mucha que había comprado en un museo en Roma. Recogí mi cabello en una cola alta, pues no daba para mucho más y hace rato había decidido no pelearme con él cuando estaba rebelde, pero me maquillé con atención y me sentí a gusto con el resultado. Ya empezaba a sentirme mejor.
Fui a cenar con mi libro de turno a uno de mis lugares favoritos en el centro de Milán, la Galleria Vittorio Emanuele y, sin planearlo, esa se convirtió en una de las noches más divertidas, románticas y bonitas de mi vida. Conocí a alguien muy especial y fue el inicio de una amistad maravillosa. Pero bueno, esa velada da para otro cuento.
El detalle es que el outfit que yo llevaba se convirtió en una especie de souvenir o recuerdo en físico de esa noche perfecta y cada vez que me lo pongo automáticamente vuelvo a disfrutar de esos momentos y no puedo evitar sonreír .
A pesar de que son piezas muy sencillas, están entre las favoritas de mi closet y son una de mis opciones cuando necesito un pick me up outfit o cuando me quiero sentir extra guapa y segura.
Y así tengo muchas piezas que considero especiales, como un vestido wrap de polka dots que usé en un viaje que hice sola a Nueva York y que llevé para almorzar en el 21 Club y visitar el MOMA por primera vez o un vestido one shoulder navy que me he puesto un montón de veces. Es definitivamente uno de mis vestidos de la suerte. Lo usé por primera vez en un evento increíble al que fui con mi hermana, luego lo he usados en viajes, sesiones de fotos y recientemente lo repetí para una cita conmigo misma, en una cata online de cava y chocolates, que ha sido uno de mis highlights de esta cuarentena.
Algunos de los momentos felices que he vivido en mi vestido navy.
El vestido de polka dots.
Todas tenemos herramientas distintas de autocuidado y no pretendo entender las realidades o necesidades de todo el mundo, pero sí quiero invitarlas a que exploren y se diviertan con el poder que tiene crear una conexión emocional con algunas piezas de ropa. Es hermoso vivir tus buenos momentos en ellas y convertirlas en mucho más que un pedazo de tela, transformarlas en algo único que tiene tus mejores recuerdos estampados y listos para ser revividos en tu memoria.
Have Fun With Fashion
XOXO
Greta